Hacia el relato

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La voz épica se fue, la trágica se aburrió. Sólo me queda el relato de una tarde terrible y nublada cuando del pecho del señor que manejaba el taxi se llenó de pájaros grises que luchaban por entrar. Nadie dijonada pero miraban atónitos en esa esquina de París con el alma congelada.

Las voces se estremecían dentro de la boca con la lengua paralizada y el pensamiento detenido por el pavor de no decir. Quién se atreve a no decir, a aguantarse la palabra por voluntad, por absoluta conciencia  silenciosa del destino, por respeto, por sensación de poder, por temor al poder. Quién se atreve a decir: no quiero decir.

La épica es un género que relata y transcurre en poema flexible y héroe y mujer que espera y enemigos y dioses y traidoras y de todo lo necesario para moverse, para ir, para volver, para perder, para encontrar el patio de la casa más bonito que nunca, en especial ahora que tiene una hamaca.

La tragedia es tan simple: ser una princesa con conciencia, linda, demasiado hermosa, bordada con luna, decorada tan naturalmente que parece natural. Una tragedia bendecida por la herida. Una tragedia profunda en avenida San Fe y Canning, tan profunda como la noche en Brooklyn, como el 31 de diciembre en Viedma, como el pedazo de cielo que nunca abandonó el sol en Londres. Ahora mi tragedia no encuentra escenario para tener tanto miedo, como tengo, vestida de princesa bonita con las manos llenas de uñas afiladas y caricias encantadoras.

Las manos son la tragedia, los pies la épica y siempre ambos deben  ser hermosos.

Huelo a tragedia épica con un relato continuo de tardes veladas por el sol desteñido por los silencios interminables de la luz.

 La tragedia: todos ellos y yo podríamos haber sido felices.

La épica: todos ellos y yo por el desierto.

El relato: todos ellos y yo a punto de movernos hacia la acera sombría de un nosotros sin ninguna autoridad.

 Marzo 2006

Published in: on 27 julio 2009 at 8:34 am  Deja un comentario  
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