En estos tiempos, en estos días

A juzgar por los arranques existenciales que habitan este blog, los mese de verano son peores. Sin duda, la presión atmosférica, esos centros de baja presión que atraen huracanes hacen hoyos en mi cabeza, hoyos gigantescos del tamaño de cráteres lunares sin descubrir. Caigo en esos hoyos y todo es vacío, pero no esa vacuidad de los anuncios publicitarios, esa vacuidad con nalgas firmes y sonrisa colgate. No, una vacuidad, vacía, triste, gris, con cansancio en los huesos y frío en las raíces de los cabellos. Una vacuidad, un inexistir con la obligación de sonreír, preparar cena, biberones y bizcochos para los cumpleaños del mes.  Así es el verano caribeño, es fatal, es un hoyo inmenso de baja presión que se apodera de las cabezas y las deja vacías.

Ahora bien, en estos días también hay tiempos, tiempos de hombres huecos, cabezas huecas y bancos sin dinero. Y no todos sufren los embates de la presión atmosférica, vale decir, no puede un hoyo vaciar aquello que no está lleno. No todas las existencias se inexisten en estos meses de verano huracanado, no gracias a Dios que no. Somos solo algunos los que aun no hemos mutado, los especímenes obsoletos que no entran en la evolución tecnológica de la especie. Somos los que decimos idioteces semejantes como sentido último, razón, pensamiento, orden y dignidad. Somos unos pobres diablos que hemos quedado olvidados por el solo hecho de tener el mal gusto de recordar. A nosotros se nos vacía la cabeza en los meses de verano caribeño.

El vacío absoluto pertenece a aquello que siempre estuvo vacío  y por lo tanto, carece de padecer. Convengamos que el vacío es fatal, si es vacío de algo,  porque se siente la ausencia.  Y a esta segunda categoría pertenece el vacío de mi cabeza, un vacío que comienza en la presión atmosférica, se instala como un cráter lunar  y se propaga a todo mis ser, tanto físico como existencial. Un vacío que necesita recordar quién fui, de dónde vengo, a qué no renunciar y qué cosas jamás haría. Un vacío que me saca lágrimas, que me agota, que me anuncia que ya me quedé atrás, que ya somos pocos los de esta clase de gente con algo que vaciar, cada vez menos, que ya todos han muerto o se han mudado o se quedaron en el pueblo del que me fui hace siglos buscando aliviar tanta completud, tanta historia, tanta tristeza, tanto recuerdo perpetuo del horror.

Heme aquí en estos tiempos, en estos días en los que aun hay posibilidades de claudicar porque todavía queda algo que ofrecerle al vacío: una nalga o un abdomen para el gimnasio, una cabellera para la peluquería, un riñón para hipotecar, hijas que idiotizar, verborragia para alquilar, una patria para traicionar, un territorio para alquilar. En estos tiempos, en estos días todavía se puede tomar el prozac que te libere del cráter lunar que se te instala en la cabeza, que  succiona lo que te queda y eso es lo que duele, lo que queda, el remanente de la conciencia que se agazapa con más fuerza en los meses de verano caribeño cuando la presión atmosférica hace estragos. Después llega la brisa de diciembre y la melancolía se instala en el pecho como un pájaro fugaz y persistente.

¿Qué jode más, saber que aún nos queda tiempo para vaciarnos y sentir la incertidumbre de la conciencia  o sospechar que ya a nadie le interesa tentarnos para que aumentemos sus filas de vacíos?  En estos días en estos, tiempos ya no estamos invitados a ninguna fiesta, no tenemos nada para ofrecerle al vacío, no tenemos precio y eso y ser despreciables es casi lo mismo.

Published in: on 29 agosto 2011 at 5:31 am  Deja un comentario  
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