Lontananza

lontananza

Aunque huyo
persisto en el aquí y ahora
no me libro de esos adverbios perpetuos
deportados del futuro y del pasado
expulsados de la todas las tierras.

Aquí y ahora, otra vez
mientras huyo
de ser rata
de ser tóxica
de ser tonada
intermitente
itinerante
balada folclórica o romántica
verso libre
con ritmo en la repetición
con esperanza en el salto
que rompa
que infarte
al monocorde corazón
instalado en el recuerdo
de aquel campanario
que funciona a cuerda
allá en la lontananza
a donde huyo
a donde los cuerpos se evaporan
como gases raros, nobles y tóxicos.

Sencillamente
no hay aire
en el vacío
solo pura lontananza
solo horizonte amanecido o crepuscular
solo suspensión absoluta
del aquí y el ahora
adverbios insignificantes
cascarones secos de coco
entre la arena y el monte.

La lontananza
mi destino
de rata tóxica
que huye
como mero ejercicio de laboratorio.

En la otra lontananza
-a la que aun no puedo llegar-
Dios prescribe esperanza.

Published in: on 18 May 2020 at 2:03 pm  Deja un comentario  
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Autorretrato

autoretrato

En este nuevo aquí y ahora
pues como ya dije
no hay más lugar ni más tiempo,
soy una rata: huí.

Huí
como lo hace cualquier rata.

Salí de mi cueva expulsada por el humo
como lo hace cualquier rata.

Escapé por la escalera de incendios
como una rata en el exilio
como una rata judía
como una rata.

Soy una rata
y resisto
y me ejercito en el arte de volar
pronto me saldrán alas
y seré un murciélago.

Soy una mujer rata
en proceso de ser murciélago
en huida permanente.

Busco
el resquicio
el vacío inexplicable
la excepción sin archivar
la distracción de las autoridades
la confianza de los honorables

la madrugada
el descuido de los guardias de seguridad
las ordenanzas ambiguas
para colarme en los laberintos de la tierra.

Soy una mujer rata que conversa con la reina de las hormigas

y le advierte que cada tanto hay que estar dispuestos a huir.
Y el eco que se esconde en los caminos sinuosos del inframundo
grita en un inglés de mierda:
“podrán estar dispuestos, preparados jamás».
Never.

Soy
como una rata
como un murciélago
como una mujer siempre dispuesta a morir
pero que nunca se preparó.
Los ecos nunca mienten.

Published in: on 14 May 2020 at 2:17 pm  Deja un comentario  
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Toxicidad

Aquí y ahora, porque no hay otros lugares ni tiempos posibles.

Aquí y ahora, soy tóxica
como el humo del vertedero de Duquesa
que se incendia en el mismo trayecto del terral
y en contra de la brisa marina.

Tóxica como el virus aterrador que tiene cuatro síntomas
y el último y casi mortal es deficiencia respiratoria.

Tóxica como un peregrino con su cruz al hombro
un peregrino a full color,
un estallido de irracionalidad,
una mala copia de la escena del Séptimo Sello en blanco y negro.

Tóxica como un evangélico tocando timbre un domingo de resaca.

Tóxica como una mujer sin depilar en la piscina del Country Club.

Tóxica como un macho dominicano cibaeño casado con una hippie de Texas.

Tóxica como la última plaga: la muerte de los primogénitos
ese humo negro que se colaba por debajo de las puertas.
Claro está, excepto para los que pintaron los dinteles de sus puertas
con la sangre del cordero sacrificado
el que a futuro sería conocido como el cordero pascual.

Esos que se salvaron al reconocerse no esclavos y partieron al desierto.
Esos que un Dios salvó.
Esos, los elegidos.
Esos mismos que aquí y ahora confunden aceptación con ser el cordero
Esos, los corderos sacrificables.
Esos, los corderos que en lenguaje neutro global se los llama: daños colaterales.
Esos -que sin duda- no son los corderos de Dios-
Esos no se diferencian
de los judíos de los ghetos
de los braceros del batey
de los apestados en los conventos
de los africanos encadenados en las flotas portuguesas.

Tóxicos o no
a los habitantes de Santo Domingo nos están envenenando
con gases como en las famosas duchas de los campos de exterminio
con miedo como en los ejemplares discursos manipulativos
con cifras como en las estadísticas que hasta a la muerte sesgan
con recomendaciones como para burgueses de revistas

Tóxicos o no, a los habitantes de Santo Domingo nos están matando
en la comodidad de nuestro hogar.

Los que pueden huyen como ratas,
ratas de lujo
ratas privilegiadas
pero siempre ratas.

Llegó el día: ya el aire no es gratis. Es tóxico.




Published in: on 7 May 2020 at 5:44 am  Deja un comentario  

Frío

Viernes por la tarde, tengo frío, es raro vivo en el Caribe, en una de sus islas, en una que se parte casi al medio, vivo en la parte este, vivo en República Dominicana, muy lejos, lejos, lejos de dónde nací, en Comallo, pero hoy tengo frío, mucho frío, veo imágenes, leo noticias, opiniones, interpretaciones y concuerdo con un nuevo amigo patagónico que todavía no conozco que el silencio es lo único que cabe dentro del dolor.

No puedo dormir, no puedo callar, sí callo, pero tengo frío, frío de antes, frío de cuando gendarmería se llevó a mi viejo en el 70 o 71, frío de cuando nos tiraban piedras, frío de cuando en esa misma morgue, le retiraban a mi hermano el mapuche las nueve balas que le incrustó mi padrastro un oligarca de cuarta como estos.

Tengo frío y quiero callar.

 

 

Published in: on 20 octubre 2017 at 10:56 am  Deja un comentario  

Agua

Me sumerjo en agua dulce

y nado.

En el horizonte, el mar

estoy cerca, puedo seguir a las olas

y la cabeza se puebla de imágenes:

las clases de natación,

bajar al fondo de la pileta con el gordo Triviño,

Florencia y todos sus hermanos con «F».

 

El agua, el mar y la muerte del papá de Florencia.

Lloro y le quito el agua al océano

y entre Florencia y yo hay arena.

 

Es más triste la distancia sin agua.

Es horroroso el tiempo sin lágrimas.

 

 

Published in: on 12 junio 2017 at 5:51 am  Deja un comentario  
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Los padres

Esta mañana lloré escuchando la radio. Mi hija del medio viajaba a mi lado, yo manejaba. No pude evitarlo, así como el hijo de Pablo Escobar no pudo evitar ser hijo de una bestia y así lo explicaba la voz que invadía el minúsculo espacio de mi carro.
Se me estrujaron los recuerdos en la mañana y la voz repetía: mi padre mató más de 3000 personas. Mi sangre latía junto con mis lágrimas y decía: mi padre salvó a más de tres mil personas, solo se mató a sí mismo.Pobres los hijos de los asesinos, pobres. Mi dolor sería su alivio. Las maldiciones de algunos, son los rezos de otros.
¿Cómo escucha Dios?

 

Published in: on 28 septiembre 2016 at 5:33 am  Deja un comentario  
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Por qué

A Manolo

IMG_0091.JPG¿Por qué
yo que nací en un continente
vivo en una isla?

Entonces,
leyendo a alguien
que escribe
sobre otro alguien
encuentro a Derek Walcott
que dice:
«Haber amado un horizonte es insularidad.»

Quizá por eso
sigo en una isla
para no correr el riesgo
de atrapar el horizonte.

Published in: on 26 abril 2015 at 4:32 am  Deja un comentario  
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espíritu deportivo

deportela muerte
-como a todo el mundo-
me cogió desprevenida
fue por los ochenta
en los noventa se empecinó
en los dos mil llegó al clímax:
un asesinato

ya nos conocemos
y lo importante
-en estos casos-
es competir
porque:
ella siempre gana

 

Published in: on 28 octubre 2014 at 5:00 am  Deja un comentario  

A la Peta, la mamá muerta de mi lejana amiga entrañable

olleros 2

La Peta era chiquita, tan chiquita que siempre se me asemejó a un gnomo. Era una señora diminuta pero que no era una señora, era la mamá de mi amiga, que cada tanto comenzaba a moverse y moverse, se balanceaba como buscando el origen de algo o el exacto momento en que todo comenzó a desordenarse. Tenía una voz de niña y el Suquito la llevaba de la mano como si estuviese perdida. Nunca habló mucho conmigo, la última vez que la vi fue hace tanto, pero aun lo recuerdo: yo estaba en un taxi y ella me dio las llaves de la casa de mi amiga. Yo acababa de recorrer el continente para tomar mate con mi amiga.

La peta me regaló de la biblioteca que tenía en la casa de Olleros las obras completas de Camus, al día siguiente de esparcir las cenizas del Suquito. Hace dos días supe que se había muerto y lloré, lloré con profundidad de alma pero por poco tiempo, un tiempo chiquito como ella.

Ahora escribo, es el único rito fúnebre que conozco para decirte adiós Peta, ojala que encuentres el momento exacto en que todo comenzó a desordenarse y te vuelvas paz.

Published in: on 10 octubre 2014 at 10:15 am  Deja un comentario  

Cuarteto para sonámbulos despiertos

In my fifties

Entonces ya comienza la vida
a olvidarnos.
Ya comienza la diversión
de eso que llaman
pasar desapercibidos.
Entonces ya no comienza la sabiduría
-pero sin duda-
ya comienza a dejar de comenzar.

¡Qué alivio!
Cominciare stanca, aunque a Pavéese le cansaba trabajar.

 

Pragmática

La sensibilidad: este juego de saltar entre tumbas metafóricas de poetas sin alma.

La poesía: este juego de figuras amorfas que se desarman por aparecer en cualquier publicidad.

Lo profundo: este abismo iluminado con foquitos navideños.

Lo fatal: este recuerdo intermitente de quizá la madrugada.

Los argumentos: siempre triunfan.

 

Mientras tanto

Entre aquí y allá
un continente
con escalas en el norte.
Entre ahora y antes
unos cuantos meses
con cruces en el calendario.

Entre nosotros
el repertorio completo
de pronombres personales  sin nada personal.

Entre la verdad y lo posible
un rosario de excusas
con aroma a mentira.

Entre tantas cosas y tantas ideas
algunas palabras
que necesitan resonar
aquí
allá
ahora
antes
de vez en cuando
de verdad
y otras sin categoría gramatical
como pronombres huérfanos.

 

Mujeres trabajando

Sueño sueño mucho.
Las noches cada vez son más noches
desde que planifico
v
isitar el recuerdo de lo que fue mi infancia.
Sueño sueño mucho.
En cada laberinto
la familia crece
los muertos hablan
y los patios perfumados se llenan
de caras tibias y voces amargas.
Sueño sueño mucho.
Sé que esto no es más
que una batida de guineo
con inconsciente en descomposición
y ejercicios surrealistas de principiantes.
Sueño sueño mucho.
Ayer en la tarde
me dormí en la sala
y solo soñé
con los agujeros de tus ojos en el abismo del mar Caribe huracanado.
Sto. Dgo. 27 de febrero 2014

 

 

Published in: on 16 abril 2014 at 4:14 pm  Deja un comentario  

Descarga con sordina

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“No sé para que volviste

si yo empezaba a olvidar”

Entonces,
cada vez que vuelve el dolor en el costado
me digo que nunca más hablaré de la patria
y se que no soy yo quien lo dice
sino
Leopoldo Marechal.
Pero la patria vuelve
como un dolor intenso
en el costado derecho
como un ardor
como una indigestión
de amargura y ácido sulfúrico
como una puñalada certera
en el centro de la espalda
como un calambre en la pierna
como un insomnio intermitente
como una navidad en el extranjero
como un fin de año frente al Atlántico
pero a miles de leguas marinas
de la patria.

Entonces,
cuando este cuaderno de la Fundación Chile
parece reposar vacío entre el espejo y la ropa interior
irrumpe
el dolor
la hinchazón
la lejana imagen de la patria
que no es Chile
pero queda cerca.
Y no puedo mitigar la puntada constante.
Y Marechal se tira la río a buscar
los pedazos de Adán Buenosayres.
Y Cortazar sigue jugando a la rayuela
en una conferencia a la que me invita la embajada
luego de más de veinte años de ausencia sin escalas.
Y duele, duele la patria
no porque lo digan las películas de Netflix
donde un centenar de porteños sin analista
desnudan sus inconscientes
para que todo un continente crea
que son franceses.
Duele la patria no
porque en los documentales de youtube
los intelectuales de siempre expliquen
el golpe
la matanza de Ezeiza
y den las recetas de los gualichos de López Rega.
Duele la patria porque sí
porque duele
porque a todo el que tiene una patria le duele
es un dolor inevitable como el de parir
pero se sabe que ya casi nadie pare.

Entonces,
cuando el dolor de turno parece ser
el de otra patria
el de esta segunda patria
que deja sin patria
a los que no tienen otra
y todos opinan
y todos explican el derecho y el revés
de las falsas repatriaciones
en camiones repletos de espíritus
que buscan cuerpos para habitar
por órdenes de los
que mandan
que siempre mandaron
que seguirán mandando
y solo por eso
inventaron las patrias
patrias como esta
o como la que mandó a confeccionar este cuaderno
en el que escribo
y casi el dolor desaparece
porque llega la mañana
porque se descorre el velo de la ilusión patriótica
y triunfa el budismo light
que le permite a occidente apacentar vientos
sentado en su vanidad cíclica
presa del tiempo mítico
en el que vuelve la patria
a doler pero con otros síntomas.
Una patria que toca el timbre
llama al celular
que aparece
con aspecto de ternura
con aires de familia
con la ventaja competitiva del afecto.
La patria de toda esa gente
que vive en la patria más lejana
en la patria de la infancia
que no pudo ser por la urgencia
de liberar a la patria
y se tragó a los padres
asesinó a los hermanos
y dispersó a los hijos de Fierro
y a los que como yo
cargamos el dolor de estar vivos
en otro patria.
Vivos
y con un intenso dolor en el costado
ese dolor que solo la patria es capaz de causar
cuando en el balcón de mi apartamento
en esta otra patria donde vivo
con mi familia a la que también le duele
su patria
escucho el clamor que imagino
de los que están allá abajo
lejos, muy lejos del centro de la patria
pero cerca muy cerca
de la tumba de mi viejo
de la ausencia de mi madre
de los nueve tiros que entraron en la espalda de mi hermano.
Esa gente imaginada que destila su rencor
en cada bocanada de marihuna doméstica
especialmente legalizada
para aletargar a la patria
para acunar a la patria
con el vaivén de una masturbación perpetua
donde el único horizonte es la meseta patagónica
una meseta soberbia, enorme y solitaria
donde habita el Pillán
que es lo mismo que el olvido
pero no el simpático olvido de Sabina
sino un olvido de loncomeo a capella
porque ya ni las trutucas suenan.

Entonces,
cuando las maletas están listas
para visitar la patria
comienza el dolor en el costado
como una puñalada certera en el medio del recuerdo
y me digo que para qué volver a la patria
si es ella la que vuelve.

23 de diciembre de 2013
Santo Domingo en la fucking madrugada

Published in: on 7 enero 2014 at 11:39 am  Deja un comentario  
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Silencio, hospital

silencioDespués tanto silencio, después de tratar de entender la trama a través de las cifras, después de Treblinka sin poesía, después de la imposibilidad de literatura, después de lo inútil de absolutamente todo, después de mandar al carajo a Camus y en el más exquisito vacío que produce la percepción descarnada de la conciencia, digo: Cuánta soledad la de Dios.

Después del fracaso, después del triunfo, después del abandono, después del odio, después de la ternura, después del rencor, después de la imagen, de la metáfora, de la historia perfecta, de la descripción gastada, de las figuritas de Blanca Nieves con brillantina y de los secretos en el ascensor, después de la ciudad más grande en las entrañas, después del mar Caribe, después de leer, después de dormir, digo: Qué papel tan absurdo el de ser.

Después de extrañar, después de olvidar, después desear, después de lo más difícil, después de la patria, después de la otra patria, después de Marechal  y después de todos los poemas, digo: ¿Quien está escuchando?

Después del último sonido en el aire que rodea la sala de mi casa, digo: ¿Es que acaso no existe el silencio?

Published in: on 5 diciembre 2013 at 6:30 am  Deja un comentario  

A veces, una mañana

Culture

Sonaba en la radio la música que hizo furor en la fiesta de quince de mi hermana. Año 1984, era un tipo vestido de mujer que enloqueció a todos con su estribillo: Camo…, camo…chamillion.


Mi marido se afeitaba y lo metí en mi recuerdo: mi primo, el que hoy cruza la cordillera, era el discjockey de la mencionada fiesta y mi hermano, el que hoy está muerto, y yo movimos los muebles de la sala para que los invitados pudieran bailar.

A veces, una mañana, me encuentro con la que fui en otra tierra.

Published in: on 7 febrero 2013 at 5:29 am  Deja un comentario  
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Hasta la victoria, Villalona

Imagen

Este sea quizá

el último intento épico

que me permita

porque además de mi papá y mi suegro

ya no conozco más héroes.

Este poema

es una forma de decir adiós

un adiós

a una rara avis: un ser humano

un héroe

un hombre

que solía mecerse

en el borde de la tarde

con la mirada hundida

en la sabiduría

y

las manos hundidas

en la acción.

Un hombre

Rafael Villalona

que ayer se murió

y con él

nos morimos todos

porque

cuando se muere un hombre

como él

nos morimos todos

porque

recordamos

porque

nos dejamos llevar

por la dulce melancolía

del pasado

porque

dejamos que la vida triunfe

resistiéndonos al olvido.

Villalona

ha muerto

y la peor parte de la muerte

le cae encima

a Delta

a Nelly

a los hijos

a los nietos

a ellos les toca

la ausencia

el vacío

la rabia

el dolor

la espantosa resignación del silencio

donde antes reinaba la voz de Rafael.

Al resto nos toca

espantar el olvido

mantener viva la llama

que le dio sentido a su vida:

luchar por algo

que hasta suena a mala palabra

una ideología

que se materializó en acción

y ese solo intento

convierte a un hombre

en un héroe

porque lo hace humano.

Ayer se murió Villalona

y con nuestra pena

deberíamos mantener vivo

el deseo de hacer un poco

de contrapeso

en estos tiempos

donde nos hemos olvidado

que el como si

solo es posible desde la honestidad.

Como dice Próspero

que le dijo Shakespeare

estamos hechos de la materia

de nuestros sueños

y la materia de los sueños de Villalona

sigue aquí

y seguirá aunque se olvide su lucha

y la historia oficial recuerde su nombre.

Villalona

hasta la victoria del alma.

Las cenizas de la madre muerta

No quisimos viajar en taxi con los otros. Llegamos en el colectivo 60 hasta el peaje y caminamos por el costado de la ruta. Ya habíamos estado allí, el día que dejamos el cuerpo muerto de mami en un depósito a la espera de la cremación.

Mami estaba muerta, dentro de un ataúd feo, ordinario.
Mami ya no era mami, era cenizas que nunca pudimos esparcir en las montañas de Salta, como fuera su deseo.
Mami, ya no existe. Hay una copa de metal enterrada junto a mis abuelos en una tumba que nos prestó mi tío.

Yo me puse a cantar la canción de la cigarra, mi hermana vomitó y los otros volvieron en taxi. Nosotras en el colectivo 60 hasta la estación de tren. En el andén, nos pusimos lentes de sol y lloramos a escondidas la ausencia de mami y la rapidez implacable de la muerte.

Published in: on 12 julio 2012 at 5:42 am  Deja un comentario  

La tumba del hermano asesinado

Cuando llegué hacía frío, mucho frío. Me acompañó una tía, que dejó el auto estacionado a dos cuadras.

En el colectivo 132 pasé durante años por la entrada del Cementerio de Flores, de hecho uno de sus ramales tenía un letrero que decía: Cementerio de Flores. Era un espacio lejano, como oculto. Se sabía que había por ahí atrás tumbas, ángeles de piedra que sonaban trompetas con sordina pero era eso, una nebulosa, una geografía de la muerte de otras personas, de familias que vivieron por el barrio pero que ya se habían mudado.

Esa mañana tenía un abrigo azul, en las manos un papel que indicaba la manzana y la tumba. Llegamos sin muchas dificultades. Allí estaba la tumba de mi hermano asesinado, sin lápida, sin placa, solo una cruz de madera. Una cruz de madera con cuello, del que colgaba una tarjeta plastificada. Una tarjeta plastificada, que no era una tarjeta como esas que se envían los novios para los aniversarios. No, era una carta escrita de puño y letra por la única mujer que amo a mi hermano asesinado. Ya no recuerdo que decía.

Cuando me fui seguía haciendo frío, el colectivo 132 no se detuvo en la parada del cementerio, la tía buscaba las llaves del auto en la cartera y las nueve heridas en la espalda de mi hermano que alojaron las nueve balas que lo mataron, seguían matándolo en otra tierra.  A él, que fue gente de la tierra, como todo mapuche.

Published in: on 10 julio 2012 at 12:16 pm  Deja un comentario  

El cadáver del padre suicida

Durante un breve receso, en el balcón de nuestra casa, mi esposo me dijo: «Mira en la novela no le haces justicia a tu padre, no hablas de él.» Luego de un sorbo de café y algo preocupada por la hora, le respondí: «No, la novela es policial, todo nos lleva al cadáver.» Entonces, él, con los ojos lejanos acotó: «Cuando me recuerden, me gustaría que lo hagan por lo que hice, no por mi cadáver.» Con una inmensa pena, con una pena que no se mitiga, mire el horizonte de edificios que esconden el mar y antes de salir ya con la cartera en el hombro, dije:» Si no quieres que tu cadáver sea el protagonista, procura no suicidarte.»

Published in: on 13 junio 2012 at 11:58 am  Deja un comentario  
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Bachata, tango, tiempo, nada

Ya no sé casi nada. Tampoco sé, si queda algo o si veinte años no es nada como decía Gardel o como sigue diciendo desde atrás del mueble con su eterna cara de foto. Veinte años es mucho, sobre todo si hace veinte años que una dejó la patria y hace exactamente los mismos veinte años que el padre de esa misma una se pegó un tiro con orificio de entrada en el paladar y sin orificio de salida. Veinte años van pasando, uno sobre otro, uno atrás de otro, lejos tan lejos que una cree que no pasan, que la ausencia de estaciones detiene el paso del tiempo. Porque veinte años en Comallo son veinte nevadas, veinte soles desérticos, veinte primaveras radiantes y veinte otoños de puro viento. Pero no, entre todas las cosas que no sé, están también escondidas aquellas que no dejan de dolerme, que se acumulen en veinte abriles, que como dice otro tanto, no volverán. En veinte mayos que no terminan de diluirse en la esencia salada de las lágrimas, en veinte aniversarios que se empeñan en aparecerse cuando una menos se los imagina, en veinte años de ausencia de padre y de patria. Pero lo más doloroso del asunto, lo que más jode, es que después de veinte años, como dice la bachata de ti no queda nada, nada de nada. Y cuando se dice nada, se siente nada, ya no queda ni el recuerdo. Solo resta imaginar y eso duele, eso duele mucho más. Veinte años no es nada y ni tan siquiera se puede seguir viviendo aferrada a un recuerdo, porque después de veinte años hasta los recuerdos se vuelven nada y eso, eso duele mucho más que la verdad.

Published in: on 16 septiembre 2011 at 7:02 am  Comments (4)  
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En estos tiempos, en estos días

A juzgar por los arranques existenciales que habitan este blog, los mese de verano son peores. Sin duda, la presión atmosférica, esos centros de baja presión que atraen huracanes hacen hoyos en mi cabeza, hoyos gigantescos del tamaño de cráteres lunares sin descubrir. Caigo en esos hoyos y todo es vacío, pero no esa vacuidad de los anuncios publicitarios, esa vacuidad con nalgas firmes y sonrisa colgate. No, una vacuidad, vacía, triste, gris, con cansancio en los huesos y frío en las raíces de los cabellos. Una vacuidad, un inexistir con la obligación de sonreír, preparar cena, biberones y bizcochos para los cumpleaños del mes.  Así es el verano caribeño, es fatal, es un hoyo inmenso de baja presión que se apodera de las cabezas y las deja vacías.

Ahora bien, en estos días también hay tiempos, tiempos de hombres huecos, cabezas huecas y bancos sin dinero. Y no todos sufren los embates de la presión atmosférica, vale decir, no puede un hoyo vaciar aquello que no está lleno. No todas las existencias se inexisten en estos meses de verano huracanado, no gracias a Dios que no. Somos solo algunos los que aun no hemos mutado, los especímenes obsoletos que no entran en la evolución tecnológica de la especie. Somos los que decimos idioteces semejantes como sentido último, razón, pensamiento, orden y dignidad. Somos unos pobres diablos que hemos quedado olvidados por el solo hecho de tener el mal gusto de recordar. A nosotros se nos vacía la cabeza en los meses de verano caribeño.

El vacío absoluto pertenece a aquello que siempre estuvo vacío  y por lo tanto, carece de padecer. Convengamos que el vacío es fatal, si es vacío de algo,  porque se siente la ausencia.  Y a esta segunda categoría pertenece el vacío de mi cabeza, un vacío que comienza en la presión atmosférica, se instala como un cráter lunar  y se propaga a todo mis ser, tanto físico como existencial. Un vacío que necesita recordar quién fui, de dónde vengo, a qué no renunciar y qué cosas jamás haría. Un vacío que me saca lágrimas, que me agota, que me anuncia que ya me quedé atrás, que ya somos pocos los de esta clase de gente con algo que vaciar, cada vez menos, que ya todos han muerto o se han mudado o se quedaron en el pueblo del que me fui hace siglos buscando aliviar tanta completud, tanta historia, tanta tristeza, tanto recuerdo perpetuo del horror.

Heme aquí en estos tiempos, en estos días en los que aun hay posibilidades de claudicar porque todavía queda algo que ofrecerle al vacío: una nalga o un abdomen para el gimnasio, una cabellera para la peluquería, un riñón para hipotecar, hijas que idiotizar, verborragia para alquilar, una patria para traicionar, un territorio para alquilar. En estos tiempos, en estos días todavía se puede tomar el prozac que te libere del cráter lunar que se te instala en la cabeza, que  succiona lo que te queda y eso es lo que duele, lo que queda, el remanente de la conciencia que se agazapa con más fuerza en los meses de verano caribeño cuando la presión atmosférica hace estragos. Después llega la brisa de diciembre y la melancolía se instala en el pecho como un pájaro fugaz y persistente.

¿Qué jode más, saber que aún nos queda tiempo para vaciarnos y sentir la incertidumbre de la conciencia  o sospechar que ya a nadie le interesa tentarnos para que aumentemos sus filas de vacíos?  En estos días en estos, tiempos ya no estamos invitados a ninguna fiesta, no tenemos nada para ofrecerle al vacío, no tenemos precio y eso y ser despreciables es casi lo mismo.

Published in: on 29 agosto 2011 at 5:31 am  Deja un comentario  
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Entonces

Entonces, recuerdo las églogas y me río de Garcilazo de la Vega y pienso en la queja del pobre tipo que perdió a la amada y el otro boludo al que no le pusieron caso.

Entonces, escucho a Sabina y recuerdo las madrugadas interminables y repletas de  deseos atroces.

Entonces, me doy cuenta que estoy rodeada de poetas españoles y me niego rotundamente a seguir escribiendo en una tarde fresca de otoño caribeño.

Entonces, me canso de existir y me pesan los párpados y soy culpable de todos los males huracanados que se acercan a la puerta de nuestra casa.

Entonces, me duele la espalda, me caigo desde una cuarta planta y me estrello contra el piso de cemento que no deja de despedir un polvo gris.

Entonces, les confieso que vivir estropea al más pintado.

Published in: on 18 noviembre 2010 at 11:52 am  Deja un comentario  

Todos los días de hoy

Mientras meo, aunque queda más bonito orino, leo en la alfombrita nueva que compré para no pisar la loseta fría cuando salgo de la ducha :»Ayers». Comienzo a divagar con la cabeza mientras el chorro tibio sale de la parte baja de mi cuerpo y se diluye en el agua y me digo ayer tiene plural y se puede decir cosas como los ayeres de mi vida y lo mismo sucede con mañana, se dice los mañanas se preñarán de esperanzas. pero no hay hoyes.

Entonces caigo en la cuenta de cómo se construye un poema o un pensamiento inutilmente poético y digo todos los dias de hoy son posibles en el infimo acto de mear mirando atentamente una alfombra de baño, recreando la fantasía maravillosa que nos permite navegar por el delirio sin tener que vivirlo, dibujando la silueta de un pasado que se muta y se transmuta así mismo de acuerdo a la presión atmosférica, reviviendo la alegría de existir en el mismo acto de percibir con certeza quirúrgica la futilidad de la vida y saboreando en cada pedazo de despiste conciente a la muerte.

Meo y concentro el un frasco de análisis de orina mis más íntimas posibilidades de fantasías para todos los días de hoy que vuelven posible mi hoy.

Published in: on 3 enero 2010 at 4:42 am  Comments (1)  
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Confieso

olvido

Soy errática
quizá
es la mezcla
de niña bonita, inteligente y consentida
con
la civilización occidental, racional y estructurada.

 

Voy
del pánico a la seguridad
del chiste bestialmente masculino a sonrojarme
del romance al sexo salvaje
de no necesitar compañía a extrañar
del poema erótico al poema edípico.

 

Es verdad soy errática.

 

Si hubiera nacido hombre
sería errático
lo heredé de mi padre
igual que
el color de los ojos
los rizos
y la ausencia de canas.

 

Confieso
soy errática
es difícil saber
dónde encontrarme
ni yo
tengo demasiadas pistas.

 

Abril 2007

Published in: on 30 julio 2009 at 9:37 am  Deja un comentario  
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Huellas como trampas

estatuas-de-sal 

Es sabido
-por todos –
que nuestras huellas
quedaron petrificadas
sobre la sal de las lágrimas.

 

Hemos transitados
por el crimen perfecto
de nuestros padres
y el asesinato ritual
del único hermano varón
que nos dio la tierra.

 

Sabemos vivir
entre el holocausto
y la desaparición de personas
de manera ilegal.

 

Y digo:
nunca más perderé la conciencia
del dolor
no voy a olvidar nada de esa tierra gris
llena de distancias intransitables
en invierno
y en verano.

 

Abril 2006

Published in: on 30 julio 2009 at 9:28 am  Deja un comentario  
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Después de los ñoquis o de las botellas

No men

I

Ah, no men
yo no necesito
ni un detective
ni un payaso
ni un artista plástico
ni un coreógrafo
ni un pistolero
para que me suban o me bajen
las ilusiones.

 

Ah no men
a lo sumo
los puedo frecuentar para que
me espíen
me hagan reír
me retraten
me sacudan
o me den un tiro de gracia.

 

Mira, men,  tú sabes
yo querer puedo querer
pero necesitar no necesito a nadie
que me convierta en sospechosa
me saque lágrimas
use mi piel como canvas
invente pasos novedosos con mi espíritu
o vuelva mi cerebro un polígono de tiro.

 

Ah, no men
yo no necesito
ni la escena del crimen
ni la arena del circo
ni el estudio del SOHO
ni la tarima al aire libre
ni la ruleta rusa.

 

Ah, no men
yo no necesito nada
de lo antes mencionado.

 

Pero eso sí
quiero
descubrir
reír
dibujar
bailar
y
apuntar de manera certera
y precisa
al cascarón de mis ilusiones

para hacerlas trizas de una vez
por todas.

 

No puedo seguir soñando
sin ponerle caso
a los sueños.

 

 

II

Ah men
al psicoanalista
también podría
decirle lo suyo
-pero no-
el se salva
se quedó junto
al negro
y
al bello chico judío de Liniers
en la burbuja de la juventud
y para ahí no apunto
no me interesa destruir
la delicada película
de la pompa de jabón
que guarda las imágenes flotantes
de lo más asquerosamente bello
que tengo: lo que pudo ser.

 

Ah no men
a ellos no.

 

 

III

La tarde cae sobre una piscina llena de agua y de muchachos insoportables.

 

A la derecha el ex marido
con su novia
y con las niñas de mis ojos
más atrás el hombre que duerme
que no se ve mal
tampoco bien
a lo sumo se parece al criollo cordobés
con perfil de enano fascista.

 

La tarde cae
los pájaritos de siempre
van y vienen en dirección al mar
aunque no se alejan de la costa.

 

La tarde cae y cae
su caída es imparable
pero está vez cae en picada
hacia el paredón de la universidad autónoma
y se desliza suavemente hacia los hoyos
de tierra arcillosa
donde se agita insepulto
el cadáver
de algún amor fugaz.

 

La tarde está llorando y no es por ti
es por ella misma
a veces
su propia naturaleza de transición
la entristece.

 

Pobre, ella también tiene derecho a sufrir.

 

Agosto 2007

Published in: on 30 julio 2009 at 9:22 am  Comments (1)  
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El dolor de ya no ser

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En una noche perfumada de jazmines no se puede escribir, solo resta embriagarse de aromas y abrir las piernas, los ángeles no se pueden resistir.

Berlín es una ciudad de ángeles, ángeles que dejan de ser ángeles y se enamoran de las mujeres que viven cerca de la gran sinagoga y los viernes amasan pan trenzado para el shabbat. Mujeres que ya ni se asustaron la noche de los cristales rotos. Mujeres que saben explicar las cosas en inglés y en ydish, mujeres que fueron actrices de Bretch y recorrieron la calle toda la noche. Mujeres que se murieron en cualquier campo de concentración semanas antes de terminar la guerra.

 En la Patagonia no hay ángeles, el viento feroz no les permite sobrevolar la región y menos aún aterrizar. Sí hay mujeres, muchas, alejadas de todo y conocen de soledad y frío y miedo de abrir la puerta y temor de sonreír y con vergüenza de decir que no conocen  el mar y las caricias y los cuerpos y que siempre hay que estar emponchado y nada, ni ángeles, ni mujeres enamoradas. La Patagonia es  un lugar parecido al fin del mundo, es el sur del universo y por algún lugar se escapan las almas que todavía necesitan completar el viaje de búsqueda, de comunión con el sol.

 Los ángeles llegan a Berlín a enamorar mujeres que prenden las velas del shabbat, pero son tan perfectos que cualquiera juraría que son seductores profesionales.

 Acá estamos y no hubiese querido comenzar con esta obviedad exquisita del acá que se quiere tan acá que se vuelve ahora, se confunde todo con el mero placer de existir, así en medio de una geografía y un paisaje que se hace plano y gris y pedregoso con impresionantes pedazos de verde con canales de riego y montañas recortadas de manera exacta contra el color negro y azul de esta extraña sensación de familiaridad como Viedma o quizá hasta Comallo o Bariloche. Me voy yendo en tanto suceder y quiero creer que se puede pegar el alma con el cuerpo,  pero no, no se puede.

 La noche huele a jazmines, a Berlín, a  Patagonia, a mi pueblo, a sudor de ángel, a lágrimas de mujer y las tinieblas se escurren tras las puertas como aquella noche que salimos de Egipto hacia la libertad. Algún día llegaré al sitio exacto, por ahora solamente busco las aceras con sombra, yo no tengo ángel de la guarda. Me duele demasiado no ser.

Abril 2006

Published in: on 30 julio 2009 at 9:02 am  Deja un comentario  
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Para qué engañarnos

olvido 2

Siempre supimos
que escribíamos para nadie
y la verdad es que
ni nos importa
ni nos duele.

Siempre supimos
que nos tocaba habitar
en esa dolorosa parte de la memoria
que se fragmenta en entropías varias:
esa parte de la memoria
que se parece demasiado al olvido.

Julio 2009

 

Published in: on 27 julio 2009 at 11:31 am  Deja un comentario  
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El beneficio secundario del deseo

barca

El beneficio secundario del deseo es, sin duda, la culpa. No hay nada más precioso y diáfano que desear, solo y solo sí a continuación se desata una enorme y feroz culpa. Una culpa que carcome el sentido común y la propia voluntad. Una culpa que pervierte al deseo hasta convertirlo en un augurio funesto, una vergüenza capital, en una mancha genética que no se quita ni con cirugía, ni con psicoanálisis. Un enorme pozo negro y oscuro resguardado por un esfínter  bien entrenado, que sólo permite la salida de los desechos del deseo, transformados en materia de culpa. Un control tan estricto como una ley, la ley que controla el deseo y la culpa.

El beneficio secundario de la culpa es, sin duda, desproporcionar el tamaño del deseo hasta convertirlo en un fantasma con vida propia, un fantasma que, como cualquier monstruo gótico, termina matando a su creador o convirtiéndolo en santo demonio o perverso ángel, da igual. En ambos casos la ley de la culpa y el deseo conmutan sus beneficios secundarios y sus penas.

Published in: on 7 julio 2009 at 9:29 am  Deja un comentario  
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No quisiera

30310basquiateldemonio1

Volver a mi estado primitivo, ni ningún otro estado anterior. No, no quisiera tener que padecer la terrible mirada de lo que fue, que de hecho nunca fue como fue. Nadie sabe lo que fue, ni la textura exacta de la mirada que me diste aquel casi amanecer.

No quisiera bajo ningún punto de vista caer en la ilusión de las fotos, ni en el terror de los espejos.

Soy fisicamente demasiado feliz como para tener que sufrir mi cuerpo por cómo es.

No quierea volver jamás a mi estado original, ni a ningún otro.

Quiero seguir perpetúandme con mi cuerpo en perpetua mutuación y asombro.

Me gusta vivir con lo que llevo puesto.

Published in: on 7 junio 2009 at 6:39 am  Deja un comentario  

Casi a tiempo

isabel garcia claustrofobia

Cuando creyó estar a salvo, justo un piso antes de llegar a su destino: el  maravilloso número 24 que se marcaba en el tablero del elevador, distinguiéndose con un rojizo lumínico del resto de los números; fue que sintió todo el sin sentido debajo de sus pies y un súbito ataque de pánico la dejo paralizada dentro de lo que sería su ataúd mientras estuviese viva.

En mucho menos tiempo, que el que se tomó para confiar en la razón o al menos confiar en la ilusión de la razón, perdió el relleno de su alma y la certera seguridad de su pensamiento. Se volvió una mierda sin conflicto existencial, ni trauma, ni esperanza ideológica. Fue una mujer hueca, pero aterrada.

Justo antes de llegar al refugio, al último piso de la torre, quedó atrapada, sin otra posibilidad que esperar responsablemente el deseo ajeno de moverla, de hacerle el inmenso favor de rescatarla.

No, no era la bella durmiente, era la bella perversa atrapada en el ascensor de su euforia, de su seguridad, de su confianza en la verdad o al menos en la ilusión de la verdad. Era ella misma vaciada de sí y sin ojos y sin oídos y sin otro remedio que dejarse vencer por el letargo insoportable de seguir existiendo justo en la puerta del refugio.

Todo tipo de pieles

pieles2Quizá

la humedad del ambiente

no sea otra cosa

que un puro efecto de homeostasis

y

que los humores vítreos y acuosos

de nuestros cuerpos sean

los que le suministran

a la atmósfera

la carga pesada y densa

que nos agobia.

Quizá

nos estemos secando

y la misma humedad

que nos aplasta

sale de nuestro cuerpo.

Primero se secan los ojos

luego no hay lágrimas

después no se suda

las piernas se hinchan

antes de que exploten las venas

y se riegue de sangre

la acera de cualquier bonito ensanche.

Pero antes del fin, viene lo peor:

el roce de los cuerpos no provoca fluidos

la imaginación excesiva de bacanales

no arroja resultados

a pesar de la manipulación certera

de los que se ensueñan

las deliciosas entrepiernas femeninas

se lastiman con  las yemas de unos dedos a punto de explotar

el deseo se detiene

se seca

el ambiente se roba la humedad de los cuerpos

y explotan en una ciudad en la que llueve y llueve.

Las aguas arrastran

huesos

pedazos de ojos

anillos de bodas

potes de lubricantes sin abrir.

Arrastran y limpian.

Llueve

y ya no queda nadie

para escuchar

las gotas caer

sobre el techo de zinc caliente.

Published in: on 20 May 2009 at 4:57 am  Deja un comentario  
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Me importa un carajo

0005491

A mí
-la verdad- 
me importa un carajo
lo que fui en otra vida,
lo que seré
o lo que soy.

Me tiene sin cuidado
percibir el mundo con el ojo de una mosca  
fragmentar cada primer plano
o integrar un fuera de foco.

Mi mirada siempre está al acecho
siempre está al costado
entra y sale de la escena
de acuerdo a los deseos
del globo ocular
y de las partículas de polen que flotan en el aire.

En definitiva miro como una mosca
no estoy atenta a nada y pendiente de todo.

Pero eso también me importa un carajo. 

A esta que soy ahora yo
le tiene sin cuidado ser o parecer
estar o arrepentirse
tener sonrisa de niña
cabello de bruja
nalgas de escaladora
o pies de plomo.

A esta que sigo siendo
-de manera intermitente-
no le asusta estar equivocada
o parecer desorientada
o sentirse inmensamente feliz 
(quien sabe hasta cuando).

No
-de verdad-
a ella y a mí nos importa un carajo
lo que fuimos en otra vida
o lo que nos guarda el destino.

A ella, a mí, a él (¿por qué no?)
nos da igual que el mundo sea
o que finja serlo
que Puerto Plata se llene de alemanes en agosto
o que Madrid tenga un metro como el de París.

Sin embargo,
hay tres o cuatro cosas
a las que no renunciamos
ni en esta vida
ni en las que pasaron  
ni en las que vendrán.

Y son a saber:
la sinceridad irremisible
las mañanas después de ti
mis hijas
y el mate.

Todo lo demás
me importa un carajo.

Published in: on 22 abril 2009 at 5:02 am  Deja un comentario  

Hace 33 años, tenía 12 , y estaba en séptimo grado

Miembros_Junta_Militar_Argentina

cuando comenzaron a pasar demasiadas cosas. Demasiadas. Me atacaron las hormonas. Gabriela, mi compañera de curso y vecina, era una rubia despampanante que la piropeaban hasta los semáforos. Yo, una delgada muñequita de porcelana, seducida por lo que oía y veía. Y vi muchas cosas, vi a un hombre corriendo detrás de un joven extremamente flaco con un revolver en la mano, apuntarle en la cabeza en pleno movimiento. Vi caer al que mataron y como lo metía, el mismo asesino, en el baúl de un coche. Vi a mi papá llorar como un niño cuando supo que uno de sus mejores amigo había desaparecido y el otro había peleado hasta morir, junto a su esposa en la sala de su casa. Vi  las calles vacías, vi el miedo, vi la soledad, vi a mis vecinos del liceo militar de la marina volver cada vienes por la tarde más buenos mozos que nunca, los vi pero no me atreví a desear que me sacaran a bailar en las fiestas del edificio donde vivíamos. Gabriela Vogogna bailaba con los cuatro hermanos preciosos e impecables. Yo miraba, siempre miré y vi demasiadas cosas que olí y no saboreé, que soñé y no toqué, que no pude olvidar. Hace treinta tres años, tenía doce y estaba en séptimo, después tuve trece y fue peor, no podía dejar que me vieran.

Published in: on 28 marzo 2009 at 6:00 pm  Deja un comentario  
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Un poco de nada

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Cuando tu pais se parece al mundo, te quedaste sin patria.


Los aeropuertos, los malls, los museos y los baños de los aviones

son lo más parecido al hogar.


Paris, Buenos Aires, Nueva York (mareada)

son exacta y putalmente iguales.


Los árboles de Madrid huelen a la Avenida Libertador.


La luz mortecina del viento norte te hace dudar de tu tránsito

certero.


Cuando sabés que creciste en esa esquina pero ya no lo sentís más;

cuando te curás de la sensación

melancólica de la pérdida;

cuando la memoria reemplaza al recuerdo,

se vive más lejana, más serena, más tranquilamente,

con más distancia del dolor,

con más equilibrio,

con menos tragedia,

con menos distanciamiento y catarsis,

y con mucha, pero mucha más vida real.


Cuando se estiriliza el pasado,

y el espacio solo es el lugar que ocupan los cuerpos,

te quedaste sin lugar,

te acomodas en cualquier lado.


Cuando pasa todo lo anteriormente mencionado,

el tiempo ya no es una variable:

es el pulso del deseo.

 

Bs As

29-10-06

Published in: on 29 enero 2009 at 10:16 am  Deja un comentario  

Un hilo rojo

que-es-el-hilo-rojo

 

 

 

 

Sí, obviamente, después

de quedarme sola,

lloré.

 

Lloré ni bien Julieta

se quedó detrás de la puerta

que ella misma cerró

detrás de sí.

 

Lloré ni bien Patricia

cerró el teléfono

y antes hablamos

de mi novella,

y del tío Julio

y de mi papá, el suicida,

y de mi mamá, la muerta,

y de mi hermano, el asesinado.

 

Lloré sola,

y vi, claramente, el hilo rojo

que entreteje la trama narrativa

que es la vida,

o mi vida que,

a veces,

sólo a veces,

coinciden.

 

Está ahí abajo,

halando y uniendo pedazos,

recortes de imágenes que se agolpan

en esta última mañana en Buenos Aires

que confunde

el tiempo y el espacio,

que anula

casi veinte años de ausencia.

 

Quince años llorando por otra cosa.

 

Cinco años aguantando el llanto.

 

Obviamente,

cuando me quedo sola,

lloro.

 

Lloro porque ya no quiero evitarlo.

 

Lloro mientras desenredo el hilo rojo

enchastrado, embarrado de sangre,

que va narrando la novela

que es nuestra vida.

 

Una vida

para llorar a solas,

muy a solas.

 

Una vida

que da hasta verguenza

contársela al sicólogo.

 

Una vida

que nadie

se merece escuchar.

 

Una historia

tejida a dos agujas,

con ebras de hilo teñido,

con la tinta roja

del tango

que eligió Calamaro

para nombrar su último CD.

 

Un abuelo, el judío,

cantaba milongas.

 

Otro abuelo, el anarco criollo,

era un bailarín atorrante.

 

El hilo rojo de la narración familiar

está salpicado de tango y,

en algún momento,

eso nos jodió la alegría,

y yo, como pitonisa al fin,

lo padezco en el cuerpo.

 

Hay un tranque

y está en el tango,

en la tinta roja.

 

El relato es irónico,

el hilo narrativo está empapado

con la sangre de un recuerdo

que no se puede olvidar

porque etá oculto

en algún rincón

húmedo

de La ideal.

 

Para más referencias:

Esmeralda esquina Corrientes.

 

En La esmeralda

me encontré con Patricia

antes de hablar por teléfono.

 

Cuando me quedé sola,

obviamente,

lloré

justo después

que Julieta se quedó detrás de la puerta

y Patricia del otro lado del auricular.

 

Me tengo que ir a despejar

mis melancolías tropicales.

 

Bs As

6-11-06

 

Published in: on 29 enero 2009 at 9:47 am  Deja un comentario  

Rara como encendida

foto-raaraLo raro nunca dejó de suceder. Sabíamos que era raro porque lo comparábamos con la vida de los otros, como vecinos, primos, compañeros de banco y hasta amigos muy cercanos.

 

Entendíamos que vivíamos en la rareza, en un ambiente algo cargado y siniestro. Pero, en realidad, nos daba verguenza. No podíamos contárselo a los demás. Así, que de manera tácita, sin ponernos de acuerdo: comenzamos a fingir normalidad. Tanto y tanto fingimosque creímos, durante una buena parte de la vida, que éramos iguales a los demás, o lo que era peor, que nuestra rareza era la norma.

 

Nos hicimos adictos a las desgracias inminentes. Nos reuníamos en la sala de la casa de mi madre a contarnos suicidios, a pronostica asesinatos, a vislumbrar cánceres y a redactar interminables testamentos en los que nadie heredaba nada.

 

Después, cuando todo comenzó a suceder como en una película o en varios tomos de un melodrama a facículos,  nos pareció lógico, coherente con el hilo narrativo. El suicidio de papá fue verosímil; la muerte de mamá y el maltrato que ejerció mi padrastro sobre su cuerpo agonizante, nos dio algo de tristeza y rabia pero hasta lo interpretamos en el marco del psicoanálisis tan en voga en el  Buenos Aires de aquellos días. El asesinato de Hernán fue nuestro límite, un alerta que nos dijo o nos recordó, que lo raro nunca había dejado de suceder.

 

Ahora, mi hermana y yo, somos normales. Yo menos que ella, ella más que yo. Somos sobrevivientes y quisiérmos honrar la vida, aunque a veces, se hace muy cuesta arriba saber si debemos seguir refugiadas en la isla o si  podemos volver porque lo raro ya se terminó.

 

Bs As

6-11-06

Published in: on 29 enero 2009 at 9:34 am  Deja un comentario  

Complejo de Edipo

edipo

Buenos Aires es una pampa repleta de casa.

 

Y, sí

me gustaría encontrar un amante

grande y fuerte

con aspecto de capitán

de la guerra de la independencia

sensible

como George Harrison

en Yellow Submarine.

 

Un amante que quiera ser mi padre,

que sea un hombre inmenso

capaz de cubrirme por completo

de arroparme con su pecho.

 

Un pecho que tenga un corazón

hecho de hierro

e hilos de tejer.

 

Santo Domingo es incontrolable

un desborde

que sólo el mar y la cordillera central

son capaces de frenar.

 

Y quisiera

tener un hombre

grande, muy grande,

mucho más grande que yo.

 

Un hombre

que sea como mi papá pero que no se muera

que juegue con revólveres de madera y plástico

que haya sido capitán de la guerra de la Restauración

que haya luchado en la Guerra de abril

que no esté muerto todavía

 

 

que escuche mis palabras y que sepa que son puras metáforas

que ya no sueñe con la pasión

que se aferre a mi carne y que las desgarre y que no me pida permiso

que vuelva a raptarme

que me obligue a cruzar el continente a lomo de mula

que sea mi padre, mi patria, mi destino.

 

Comallo es un punto iconoclásta en el accidente urbano de la Patagonia.

 

Deseo 

un hombre grande y fuerte

agrario 

hijo primitivo del barro y el desafío.

 

Un amante intermitente

que sepa

que mi carne es suya

y mi palabra mía.

 

Bs As

6-11-06

Published in: on 29 enero 2009 at 9:01 am  Deja un comentario  

El pájaro del silencio

condor2

 

 

Entonces

el pájaro del silencio me hace

tener  miedo de tener miedo

buscar donde no hay

desdibujarme

desfigurarme

huir

esconderme

no encontrarme

volver a empezar

no terminar

llenarme de amargura

a fuerza de ingerir demasiada ironía y lucidez.

 

Ahora

temo

que el pájaro del silencio

se quede a vivir en mi pecho

y

que todas las palabras se deslicen

hacia las enormes burbujas de vacío  

que pueblan el interior de mi cuerpo

y  jueguen a los ecos

con los quinientos planes (de la a a la z)

que guardo escondidos

para verme en el peor escenario

donde siempre,

—como dice el tango—

le pongo un telón al corazón

y

—como decía la abuelita Giraldo—

tengo que ser  fuerte como un  macho.

 

Después

siempre después

el pájaro del silencio vuela

se lleva mi pecho  

entre sus garras

y las palabras salen por el hueco

disparadas

como balas  

sin oficio

sin polígono de tiro

sin blanco

sin negro

sin otro fin

que devolverse

para seguir ahondando

la herida

que es mi pecho.

 

Tarde o temprano

el pájaro del silencio

y las palabras

firmarán un pacto

y acabarán

—por lo menos—

con mi cuerpo

ese mismo

que está lleno de burbujas.

Published in: on 29 enero 2009 at 5:19 am  Deja un comentario  

La mirada o una explicación básica para quien no leyó El ojo y el espíritu, de Merleau-Ponty pero igual lo quiero

ojo04La mirada del otro nos define y cuando el otro no llega a vernos como realmente somos o como creemos que somos o como nos percibimos o como nos percibieron otros que nos definieron; nos desesperamos, sobre todo si ese otro tiene un valor en nuestras vidas o si a ese otro lo dotamos de un valor particular, o bien porque lo tiene o bien porque nuestra propia mirada se lo da. Cuando el otro no nos ve como somos o como creemos ser o como queremos ser; nos incomodamos, nos sentimos mal, por dos cosas o porque el otro no sabe mirar o porque no nos gusta lo que ve y entonces nos desilusionamos doblemente con el otro y con nosotros. Con el otro que tanto valoramos, porque no sabe ver y con nosotros porque se distorsiona nuestra imagen frente al otro y frente a nosotros mismos.

A mí, la mirada de ese otro que eres tú no me altera, incluso la percepción lejana y algo cierta que tu tienes de de mi extraño mundo de gente extraña; lo entiendo porque, para ese otro que eres tú, es natural esa percepción, y me quedo con lo que me sirve. Sé lo que es mío y sé lo que es del otro, o sea tuyo. La mirada del otro me ayuda a definirme por afirmación o negación, pero no me define, a veces a lo sumo me guía.

Te veo como te puedo ver porque soy el otro, no soy tú

Published in: on 21 diciembre 2008 at 4:52 am  Deja un comentario  

sweet sixteen

el-gran

Del 17 de mayo de 1991 al 17 de mayo de 2007, han pasado, sin duda, dieciséis años. Un tiempo claro, preciso y objetivo, como en líneas generales suele ser el tiempo. Dieciséis años, ni uno más, ni uno menos del suicidio de mi padre. Y por más que uno quiera, y hasta lo logre, superarlo, vivir, ser dichoso, viajar por el mundo, mudarse al Caribe y atreverse incluso a tener hijos, a riesgo de aplazar el propio deseo de suicidarse; la herida no se va, ni se borra. Pero no la que se hizo el padre con orificio de entrada en el paladar y quizá de salida en el parte superior del cráneo, una herida que tuvo la profundidad del cerebro y acrecentó la división entre los hemisferios, entre la razón y la pasión. No hablo de su herida hablo de la nuestra, la de los vivos, la que nos atraviesa el horizonte de la esperanza de manera continua y solapada, unas veces con más ímpetu melancólico, otras con sarcasmo, otras con terror. La herida, de estas sus hijas, que día a día hacemos un esfuerzo titánico por seguir viviendo, intentando enterrar la herida con el muerto. Cada 17 de mayo nos recuerda, que aunque los muertos se vayan con el viento patagónico y hasta nos olviden, la herida del suicidio del padre no tiene costura, sangra intermitentemente, nunca se detiene.

Published in: on 15 diciembre 2008 at 5:15 pm  Deja un comentario